Nací en Madrid en diciembre del 94, y desde pequeño me recuerdo siendo un frikazo del deporte y la tecnología. Con estas dos aficiones llegué a la decisión que se supone que tenía que marcar mi vida laboral: ¿Qué carrera quería estudiar? Cómo no lo tenía muy claro (bicho raro, ya que parece que lo más normal del mundo es saber con 17-18 años a qué vas a querer dedicar tu vida durante los próximos 60 con absoluta certeza), me decanté por la opción "que tenía más salidas" (spoiler: sale mal) entre las que me llamaban la atención, y me metí a Teleco.
No se me dio mal en cuanto a expediente, pero tampoco me llegué a adaptar a ese entorno ni me gustaba lo que estudiaba. Así, y con su correspondiente crisis existencial, tomé la decisión de meterme a INEF. Ahí sí que encontré un entorno en el que podía ser yo mismo, estudiaba cosas que me flipaban, conocí a gente increíble y me requería menos esfuerzo, todo sea dicho.
Mientras tanto el balonmano se me empezó a dar mejor de lo esperado y llegaron las primeras concentraciones con la selección nacional Junior, y la oportunidad de debutar en la Liga ASOBAL -un sueño desde que empecé a jugar a los 7 años- y vivir así de este deporte.
Al acabar INEF, segunda crisis existencial/laboral. Como no sabía muy bien cuál era el siguiente paso que me apetecía y gracias al balonmano no tenía necesidad de ponerme a trabajar, me metí a Fisioterapia, sin muchas expectativas pero sí con mucha curiosidad. Me apasionó desde el primer día infinitamente más de lo esperado, y por fin sentía que había encontrado lo mío (spoiler II: no). Sin embargo, unos meses en una clínica para pacientes neurológicos y la situación general que veía en el mundo de la fisioterapia me llevaron a desencantarme con esta. Y así llegó la tercera -y de momento última- crisis existencial.